Por Luciano Navarro
Licenciado en Física y Magister en Ing. Industrial. Autorizado para dar enseñanzas budistas y de meditación. Realizo el retiro de 3 años y 3 meses en India y Nepal. Escribió el libro “Todo lo sólido se desvanece en el espacio”, que es una breve historia del budismo en India y Tíbet. (www.felicidadsustentable.cl).
Desde la década de los 60 y 70, el dialogo entre budismo y las ciencias occidentales ha comenzado dar sus frutos. Desde los trabajos seminales de Erich Fromm y Carl Gustav Jung hasta las conversaciones sostenidas en los encuentros del Instituto Mente y Vida[1] entre el Dalai Lama y científicos como: Daniel Goleman, John Welwood, Paul Ekman, Richard J. Davidson y Matthieu Ricard en el presente, el budismo ha aportado en el entendimiento de la naturaleza de las emociones destructivas o aflictivas y el camino para alcanzar la felicidad.
Este aporte se vuelve relevante en el marco, que la psicología y psiquiatría se han focalizado solo en las patologías y con unas pocas excepciones –como la psicología positiva– en las emociones positivas de los hombres y mujeres comunes.
En el lenguaje ya sea sanscrito, pali o tibetano, la palabra “emoción” no existe. En el budismo se habla de kleshas y esta palabra se refiere tanto a las emociones como pensamientos negativos. La distinción emociones y pensamientos es claramente occidental y coherente con su método de aislar para poder investigar los distintos procesos mentales. Las neurociencias por su lado han descubierto (e.j. Davison &Irwin, 1999) que las redes neuronales que soportan los afectos y la cognición son indistinguibles. Dando soporte a la perspectiva budista que tanto emociones como pensamientos negativos es lo que nos lleva a la infelicidad.
Tanto budistas como psicólogos afirman que las emociones y pensamientos negativos influencian fuertemente nuestras palabras y acciones. De acuerdo a M. Ricard podemos decir que las emociones –y pensamientos– es “algo” que condiciona la mente y nos hace adoptar cierta perspectiva del mundo. Y se distingue entre emociones constructivas o positivas y emociones destructivas o negativas. Así las emociones destructivas son aquellas que “obscurecen” o “afligen” o “enturbian” nuestro pensamiento impidiendo ver la realidad tal cual es. De esta manera surge el sufrimiento. Por ejemplo, un excesivo apego nos llevará a un desbalance entre lo que es placentero y lo que es no placentero, lo que es constructivo o destructivo, acercándonos a ver a una persona como si fuese 100% positiva, lo que a su vez nos producirá desearla a cualquier costo. Por el contrario, si estamos involucrados en la aversión, solo veremos sus cualidades negativas y nada positivo. Estos estados emocionales empañan nuestra manera de ver las cosas, coartando nuestra libertad de cambiar hacia dónde queremos ir. Sin embargo, las emociones positivas como el amor o la compasión, nos acercan a apreciar lo observado de una manera más ecuánime.
Naturalmente esta visión es diferente de la visión occidental ya planteada por Aristóteles donde todas las emociones son saludables en la medida que no sean excesivas o inapropiadas dado un tiempo o lugar. También discrepa con la idea de la evolución de las emociones, la cual señala que tanto las emociones positivas como negativas evolucionaron en conjunto y, por tanto, son parte imprescindibles de lo humano. El budismo, en cambio, señala que las emociones destructivas pueden ser eliminadas del continuo mental a través de los antídotos.
Pero, ¿cuáles son estas emociones negativas? Estas se clasifican en tres emociones raíces o con más detalle, en 20 emociones secundarias y si se tratan con mucho detalle resultan ser 84.000. Las tres emociones raíces, sin embargo, es de donde surgen todas las demás. Estas son: apego, odio e ignorancia. Todas las demás son distintas intensidades de estas tres o de la combinación de dos o más raíces.
El apego se entiende como un proceso mental basado en una distinción irreal, que separa el yo de los otros. De esta manera el apego tiene como fin mantener aquello que es deseable solo para uno mismo y ve a los demás como una amenaza.
El odio o malevolencia es el deseo de dañar o destruir cualquier cosa que obstruya el camino para obtener el objeto que se desea. El odio tiene la característica de exagerar las indeseables cualidades del objeto y disminuir las positivas.
La tercera emoción raíz negativa es la ignorancia o también llamada engaño, y corresponde a apegarse al “yo”, como si este representara una entidad real o concreta. Para el budismo el “yo” (self) está en constante cambio, surge de distintas maneras y está profundamente ligado a los otros seres y al medio ambiente. Debido a esta apreciación que separa el yo de los otros, es que surge lo “mío” y de allí todas las demás aflicciones, como el apego, odio, celos, orgullo. Debido a esta falsa apreciación, se impide un lúcido y verdadero reconocimiento de la realidad. Estas emociones son disruptivas pues alteran el balance de la mente, dando lugar a la ansiedad, miseria, miedo y rabia.
En este marco el budismo propone la idea de antídotos, que corresponde a la forma de tratar estas emociones destructivas a fin de eliminarlas del continuo mental. Debemos constatar desde el surgimiento de la psicología humanista de Maslow y el posterior surgimiento de la psicología transpersonal de Grof, que la idea de la existencia de estados mentales diferentes a los ordinarios ha ido ganando terreno y más aún, se han entregado métodos para alcanzarlos. Desde la perspectiva budista, nuestra conciencia puede ser segmentada en tres. Estos tres niveles de conciencia siempre están presentes, es decir, no son estados diferentes de los ordinarios, es más bien debido a nuestra falta de atención que no podemos distinguirlos. De esta manera no se requiere de ninguna sustancia especial para accederlos, sólo la facultad de la atención. Estos tres tipos de conciencia son: la gruesa, la sutil y la muy sutil.
En el nivel grueso de conciencia- que se corresponde con el funcionamiento del cerebro y con la interacción entre el cuerpo y en entorno – tenemos toda clase de emociones. El nivel sutil, por su parte – que corresponde con la noción del “yo” junto a la facultad introspectiva con la que la mente examina su propia naturaleza – se refiere también a la corriente mental que encierra las tendencias y las pautas habituales.
El nivel muy sutil constituye el aspecto más fundamental de la conciencia, la facultad cognitiva misma, la conciencia y cognición pura sin objeto particular en el que concentrarse. Claro está que la mayoría no ve la conciencia de esta manera, esto se logra a través del camino contemplativo.
La idea de antídotos, apunta a desarrollar algo que nos prevenga de involucrarnos en las emociones y pensamientos destructivos. Los antídotos aplican en los niveles gruesos y sutiles de la conciencia. Y existen tres métodos para aplicar estos antídotos, para principiantes, intermedios y avanzados.
La base por la cual se pueden aplicar antídotos es que no es posible para la conciencia sostener una emoción negativa y otra positiva al mismo tiempo, una excluye a la otra. Con esta razón existen antídotos para cada emoción negativa. De esta manera el amor es el antídoto directo del odio. De la misma manera aquellas personas con mucho apego hacia algún objeto deben contemplar lo aspectos compulsivos de ese objeto, por ejemplo que la mujer amada u hombre amado, también elimina excrementos, como cualquier otro ser. Para la ignorancia o falta de discernimiento el antídoto es lograr un entendimiento de aquello que debe lograr y aquello que se debe abandonar (para ser feliz). Para el caso de los celos uno debe regocijarse de las buenas cualidades de los otros. Para el orgullo debemos apreciar los logros de los demás, notar nuestros propios defectos y cultivar la humildad. Estas son las tareas de los principiantes.
Para el nivel intermedio, se utiliza un solo antídoto que sirve para todas las emociones y pensamientos negativos, y es la meditación. Esta meditación es la investigación de la naturaleza de todas las emociones negativas. Esta naturaleza es que esas emociones no tienen una existencia inherente, no son sólidas, son peregrinas, vienen y se van. En el budismo esto se conoce como vacuidad.
Para el tercer nivel de practicante, el avanzado, el método es un poco más riesgoso, pues no consiste en evitar estas emociones sino enfrentarlas, mirarlas y usarlas para ir más rápido en el camino de su eliminación. Es equivalente a alguien que cae en el mar y utiliza el oleaje para alcanzar la orilla.
Existe una analogía para estos tres métodos, que es compararlas con el manejo de plantas venenosas. Para el primer caso, corresponde a tomar la planta cuidadosamente y desenterrarlas a fin de que no semille. Para el segundo caso, es como cocinar en agua caliente a la planta para eliminar su veneno. Y la tercera, se compara con un pavo real que no se afecta al comer la planta venenosa e incluso sus plumas se hacen más hermosas.
En todos los casos el resultado es el mismo, uno aprende a no involucrarse en las emociones y pensamientos negativos y de esta manera progresamos hacia la libertad.
Esta mirada es de gran utilidad, pues no basta darse objetivos o identificar las fortalezas y debilidades de una persona o situación, el logro de una meta será solo posible si logramos dominar nuestras emociones negativas que son las que nos impiden ver claramente el camino para alcanzar nuestras metas.
[1] www.mindandlife.org