“La meditación no es solo un vehículo personal, sino uno colectivo, uno social, uno que apunta a beneficiar a otros, uno con altruismo, compasión y el penetrante deseo que todos los seres terminen con su sufrimiento y sean profundamente felices”.
Desde hace ya bastante tiempo que nos hemos dado cuenta que vivimos en un casi permanente estado de tensión, estrés y ansiedad, donde hasta los más pequeños problemas se transforman – eventualmente – en grandes dramas. En algunos casos esta tensión se transforma en una crisis de vida y existencial. Es la forma en que vivimos, preocupados de ser productivos y exitosos.
Tampoco es un misterio que la meditación y su creciente expansión, se está convirtiendo en una buena alternativa para aliviar estos sufrimientos.
Si se googlea podrá encontrar cientos de “papers” y artículos donde se mencionan los beneficios de tener una práctica meditativa constante. En primer lugar, permite reducir el estrés disminuyendo el modo (estresante) huida-lucha, alcanzando buenos niveles de aceptación, satisfacción y paz mental. Mejora el sistema inmunológico, mejora las conexiones (y pliegues) mentales impidiendo la atrofia mental relacionada con la edad. Las personas con una práctica regular – al aumentar la materia gris – tienen mejor capacidad para cultivar y mantener relaciones positivas, implicarse en causas altruistas y estar plenamente consciente de su entorno.
Todos estos beneficios, traen una paz y felicidad inmediata. Sin embargo, la meditación también permite una reorientación en el sentido de vida y la forma de enfrentar el mundo. La meditación tal como se enseña hoy, tiene su origen hace más de 2500 años en India, y las tradiciones, budistas e hinduistas – entre otras – las han transmitido a occidente.
Esta transmisión se ha dado con tres perspectivas. La primera es que la meditación permite reducir el estrés y la ansiedad, y conlleva beneficios tanto físicos y mentales. Está principalmente acotado al ámbito personal – sin embargo, su entorno se beneficia de estos cambios – y sin que la persona intente realizar cambios mayores en su vida. Una expresión de ésta mirada ha sido el gran auge del mindfulness, el cual tiene una expresión en el programa de reducción del estrés, llamado MBSR o en español REBAP (reducción del estrés basado en Atención Plena). Este programa se basa en una adecuación de la técnica meditativa vipassana que ha sido llamada mindfulness, donde se aprende a estar consciente en las actividades que realizamos, estar en el presente en el aquí y ahora, es decir a comer, a caminar, a conversar, y muchas otras actividades cotidianas, con atención plena. Es ampliamente realizado en España y E.E.U.U. y lentamente ha estado entrando en Chile.
La segunda forma de enfrentar la meditación es cuando la enfocamos a un cambio de vida, que nos permita llevar una vida sana – física y mental – que nos habilita para participar en la sociedad ya no sólo desde la productividad, sino en relación con nuestros amigos y seres queridos, incluyendo el medio ambiente, sin duda hoy amenazado. Esta segunda forma tiene un alcance mayor y permite al individuo reorientar su vida de acuerdo a sus propios intereses.
La tercera perspectiva, es aún más profunda, pues se entiende que la felicidad no solo tiene que ver con “mi propia” felicidad sino esencialmente con la felicidad “de los demás”. Que no es posible ser feliz aisladamente, que se necesita el concurso de los demás, que somos seres interdependientes y por ello me centro en desarrollar el altruismo y la compasión. Esta forma de abordar la meditación, tiene sin duda una mirada espiritual donde lo central es abandonar en vivir auto-centrado o de manera egótica.
Cada una de estas perspectivas es absolutamente válida y tienen una base común, que son un conjunto de técnicas meditativas.
Por ejemplo, si se quiere reducir el estrés y gozar de los beneficios físicos basta con la práctica de la meditación en Calma Mental o Shamatta. Esta meditación enseña que la persona debe concentrarse en algún objeto externo o interno (como la respiración) que le permite no tomar atención al flujo de pensamientos que lo invaden y lo alteran. Ahora, si se está buscando eliminar la causa de sus sufrimientos – que son el involucramiento en las emociones negativas – la mejor práctica es la Meditación Analítica o Vipassana, que en occidente se ha popularizado como Mindfulness. Esta técnica permite focalizar su atención, sobre la naturaleza de sus emociones aflictivas con lo cual, progresivamente descubrirá que estas emociones negativas no tienen una existencia concreta o real, que no son más que fantasmas que habitan en su mente. También es esta técnica lo que permite que se reconozca en el momento presente, abandonando toda la ilusión por el futuro y todo remordimiento por el pasado. Ahora si se quiere desarrollar el amor, la compasión, el altruismo, lo mejor es Tonglen o Dar y Recibir. A través de ésta técnica uno se intercambia por otro, recoge el sufrimiento del otro y le envía amor-incondicional. E incluso si se tiene gran devoción y fe puede practicar el Tantra, técnica que incluye todas las anteriores y que consiste en visualizarse como un Buddha, que no es otra cosa que un estado mental positivo – como la compasión o amor bondadoso – que por lo demás, es una emoción que todos los seres ya poseen naturalmente en su flujo mental.
Desde nuestro particular punto de vista, la meditación tiene como fin alcanzar estados más refinados de consciencia, que permitan el correcto entendimiento la realidad. Al entender adecuadamente la realidad, se aprecia que la causa de nuestros sufrimientos son el involucramiento en las emociones negativas, la meditación nos lleva a ese entendimiento de tal manera que es la herramienta lo que nos libera del sufrimiento y no impulsa ayudar a otros a liberarse de las miserias de esta vida.
La meditación no es sólo un vehículo personal, sino uno colectivo, uno social, uno que apunta a beneficiar a otros, uno con altruismo, compasión y el penetrante deseo que todos los seres terminen con su sufrimiento y sean profundamente felices.