Alimentación Consciente: Sanar y cultivar felicidad a partir de la relación con los alimentos.

Por Paulina Lamas

En la actualidad el interés por mejorar nuestra relación con la alimentación y estilo de vida ha ido cobrando mayor importancia, debido al crecimiento de las problemáticas físicas y mentales que surgen por nuestro modo de vida y que nos lleva a preguntarnos ¿Cómo nos alimentamos y cuál es nuestro estilo de vida?

A medida que avanzan los estudios en estas temáticas, hay mayor claridad de que el estrés y nuestras emociones negativas se manifiestan en la relación que establecemos con los alimentos y por ende en nuestra salud física – mental y en cómo participamos del mundo.

En la sociedad actual, dónde nos enfocamos en ser productivos y cumplir metas para ser “exitosos”, nos movemos sin mucha conciencia de nuestro cuerpo, nuestras emociones y nuestro entorno, esto es lo que se conoce como estar en piloto automático. Es debido a este piloto automático, que nos estresamos, tenemos la sensación de falta de tiempo, altos índices de ansiedad y la sensación de poca libertad y control frente a lo que nos ocurre.  Lo anterior, nos lleva a tener problemas emocionales, relacionales y de salud en general. Este piloto automático también está presente cuando nos alimentamos: no nos damos cuenta de cómo lo hacemos y para qué lo hacemos. En diversas ocasiones, lo que intentamos hacer al comer o al dejar de hacerlo, es cumplir las expectativas sociales, o hacerle caso a nuestros pensamientos o juicios personales acallando nuestras emociones negativas como, la culpa, la tristeza, la ansiedad, el estrés e incluso el enojo y cuando usamos la comida para detener estas emociones lo que buscamos es un momento de placer a través de la comida, que no resuelve la situación que nos llevó a alimentarnos. Cómo esto ocurre de forma automática, es que terminamos involucrados en un círculo de ansiedad-culpa.

Frente a estas circunstancias, podemos afirmar que la relación que establecemos con los alimentos refleja nuestro estado y salud física -mental en general.

Si queremos estar sanos tanto física como mentalmente o si queremos ser más felices y que esto se refleje en nuestra manera de alimentarnos, necesitamos contar una metodología que permita abordar esta temática desde el cuerpo y la mente de manera simultánea.

Para abordar esta mirada, ha surgido una nueva tendencia que aborda el problema de la continuidad cuerpo-mente llamada mindful-eating (Alimentación consciente) que proviene de mindfulness. La atención plena o mindfulness es un modo especial de prestar atención al momento presente, a nuestras sensaciones, emociones y pensamientos y al entrenarla, nos permite generar una pausa cuando surgen nuestros pensamientos y emociones. Esta pausa es necesaria si queremos tener una respuesta que nos permita no caer en estados de estrés o ansiedad.

Esta forma de prestar atención es perfectamente aplicable al momento de alimentarnos, que es lo que llamamos mindfuleating. Esta técnica nos permite distinguir entre el hambre real y el hambre emocional, dándonos la libertad de elegir, ¿qué comer? ¿por qué comer?, ¿cuánto comer? y ¿dónde comer?

Ventajas del Mindfuleating

A través del mindfuleating prestamos atención a nuestros estados internos y a nuestro entorno para luego tomar decisiones para una alimentación más saludable y que esté al servicio de equilibrar nuestras emociones. Lo que conlleva a una mejor calidad de vida, una mayor aceptación de nuestro cuerpo, mejores relaciones interpersonales y en general estados emocionales positivos.

A continuación, te compartimos algunos consejos generales para desarrollar una alimentación consciente:

  1. Abandonar las dietas: Entendiendo como dieta un régimen restrictivo y específico de alimentación (En el caso de una enfermedad esto esta supervisado por un médico y es bueno seguirlo, pero desde una mentalidad de amor y cuidado por nuestra salud) Está demostrado en diversos estudios científicos, el impacto negativo físico y psicológico que las dietas producen en nuestra salud, y esto no es un descubrimiento actual.  Uno de los estudios más conocidos y antiguos, conocido como “El experimento de inanición de Minnesota” publicado en 1950,  en el cuál a los participantes se les reducía drásticamente la cantidad de calorías diarias, durante esta fase de restricción, los participantes manifestaron entre otras cosas, dificultades de concentración y comprensión, irritabilidad, problemas de sueño, depresión, falta de interés sexual, aislamiento social, descuido de la higiene personal y a medida que iban recuperando la ingesta, experimentaron una preocupación obsesiva por la comida, y con cualquier cosa relacionada con la alimentación. Pensamientos recurrentes en torno a la ingesta, entre otras cosas. Uno de los puntos más llamativos es que posterior a la recuperación de su ingesta, el hambre de los participantes no disminuía.
  • Observar que nos lleva a comer y cómo comemos: Esta observación nos permite distinguir entre los distintos tipos de hambre que existen (hambre emocional, mental, visual, celular y emocional etc.), a cuál de ellos estamos alimentando y reconocer qué sentimos, pensamos y la manera que tenemos de alimentar nuestra mente y cuerpo.
  • Girar nuestra mente a elegir un alimento que nos beneficie en vez de uno que nos dañe:  Al practicar Mindfuleating, aprendemos a poner atención lo que nuestro cuerpo- mente necesita, reconociendo que alimentos son beneficiosos para nosotros y distinguiendo y tomando distancia de nuestros pensamientos y emociones, lo que nos lleva a elegir alimentos que sean beneficiosos para nuestra mente y cuerpo, por sobre aquellos, que perjudiquen nuestra salud. Para esto es importante comprender que no existen alimentos buenos o malos en sí mismos y que nosotros, y nuestra relación con ellos cambia, dependiendo de la edad que tenemos, el lugar o contexto en el que estamos, las enfermedades físicas que alguien pudiera tener, es decir un alimento puede ser beneficioso para mí hoy y no serlo mañana por eso es tan importante cultivar la atención plena para poder identificar que necesitamos en cada momento.
  • Identificar nuestros niveles de saciedad: Cuando nos alimentamos con atención y saboreamos cada bocado, tomando distancia de nuestros pensamientos y emociones, concentrándonos en el acto de comer y nuestras sensaciones corporales, podemos reconocer los indicadores de saciedad y saber en qué momento ya hemos consumido la cantidad de alimento que necesitamos.
  • Tratarnos con amabilidad: Uno de los grandes problemas que tenemos en la relación con los alimentos, es la dura auto- crítica, juicios sobre nuestro cuerpo, sobre nuestras decisiones y acciones. El tratarnos con amabilidad, implica acompañarnos en cada momento, cuando sentimos que nos equivocamos, no dando espacio para tratarnos de mala manera, por el contrario, acompañarnos y contenernos en ese momento.
  • Reconocer la interdependencia con los alimentos: con los demás, naturaleza y nosotros mismos. Cada vez que un alimento llega a nosotros, hay variadas relaciones que permiten que ese alimento llegue a nuestras manos, el cuidado de la naturaleza, personas que participaron en la cadena de ese alimento, etc y también el que yo consuma o no ese alimento es interdependiente en las relaciones con los otros. Por ejemplo, comer el alimento que llegó a mis manos, me permite estar con vida para cuidar a mi familia etc. Cuando tomamos conciencia de esta interdependencia en el acto de alimentarnos, agradecemos el alimento y reconocemos como el acto de alimentarnos esta vinculado a toda nuestra vida y relaciones con lo demás y como algo tan simple como un alimento, surge por muchas causas y condiciones.
  • Identificar un sentido de vida o propósito mayor: Aquí es muy importante preguntarse ¿Qué sentido tiene alimentarme? O ¿Pará que me alimento? La respuesta a esta pregunta requiere ir más allá de nuestros juicios, críticas, emociones y conectarnos con nuestro propósito de vida que es el motor que nos mueve y generalmente tiene relación con la felicidad de los demás y nuestra. Esta demostrado que cultivar emociones como el amor, compasión, traen bienestar a los demás y a nosotros mismos. Tener un sentido de vida, asociado a desarrollar emociones positivas y altruista nos ayudará a ser más felices y ordenará nuestra manera de alimentarnos. Por ejemplo, si una madre decide que su sentido de vida es amar y cuidar a su hijo, su alimentación y la manera de hacerlo cobrará sentido para poder cuidar de él.
  • Saber que al alimentarme mi vida se hace significativa y de beneficio a los demás.

La relación con los alimentos y nuestra manera de alimentarnos cuando está vinculada a nuestro sentido de vida y a traer felicidad se vuelve significativa y deja de ser una alimentación sin sentido, convirtiéndose en una con sentido y al servicio de la felicidad.

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